martes, 16 de junio de 2020

Historia del vino en Chile.


Historia del Vino



Antes del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, el 12 de octubre la vitis vinífera no existía. Sólo se encontraban ciertas especies americanas, cuyos frutos, si los tenían eran generalmente poco aptos para el consumo humano.
Los destilados alcohólicos, propios de toda civilización que ha alcanzado cierto grado de desarrollo, los obtenían los pueblos precolombinos de la fermentación del maíz, la papa o el pimiento.
La vid Europea fue introducida en América durante el segundo de Colón, probablemente por medio de semillas de pasas o estacas provenientes de las Islas Canarias, junto con otras plantas como el trigo y  el olivo. En ese viaje, Colón reconoció las Antillas Menores, las Islas de Sotavento, volvió a la Hispañiola ( República Dominicana y Haití) y exploró las costas de Jamaica y Puerto Rico.
Los primeros intentos de cultivar la vid en las Antillas fracasaron por problemas climáticos y de adaptación. Se debe esperar hasta 1519, cuando Hernán Cortés conquista México. La Mayor altitud modifica las condiciones climáticas lo cual permite los primeros éxitos en el cultivo de la vid en América.
 Los reyes de España promovieron inicialmente el cultivo de la vid, indispensable para los fines evangelizadores en el nuevo mundo. Sin embargo, cuando el cultivo comenzó a interferir con el comercio entre la madre patria y sus colonias,  el consejo de Indias en 1595, y bajo el reinado de Felipe II, intentó prohibir la producción de vinos en América. El rey Felipe III confirmó esta prohibición en 1620, la cual fue reiterada por Felipe IV. Los colonos y clérigos hicieron caso omiso de estas prohibiciones, impulsados probablemente por las dificultades para obtener el vino de consumo diario y la imposibilidad de prescindir de él en la celebración eucarística. Así la vid se planta en la cercanía de conventos, misiones y abadías, para luego extenderse por doquier.
Desde México, o directamente de España, Portugal o las islas Canarias, la vid llegó al Cuzco a mediados del siglo XVI, obteniéndose resultados similares al de México. Desde el Cuzco llega la vid a Chile por medio de Diego de Almagro o Pedro de Valdivia, posteriormente, en 1557 es trasladada a Argentina.
A California EEUU, el cultivo de la vid llega en1769,por medio del padre Junípero Serra quién estableció una misión franciscana en San Diego.

Durante la Conquista:
No se disponen de antecedentes históricos acerca de cómo, cuándo, y por quién fue traída la vid a Chile. Sin embargo lo más probable es que halla sido, como señalamos antes, Diego de Almagro o Pedro de Valdivia.

Durante la colonia:
La actividad vitivinícola comienza en Chile en la época de la colonia y dicha etapa constituye el legado que hiciera España a la historia del vino en Chile
La variedad  negra de uva llamada país, aparentemente fue traída a Chile por el jesuita Francisco de Carabantes en 1548. pero ya en esa época se usaban otras especies como torontel, albillo, moscatel y mollar.
El primer viticultor en el actual territorio de Chile fue Don Francisco de Aguirre, quién plantó viñedos en sus encomiendas de San Francisco de la Selva ( Actual Copiapó) y la Serena.
Algunos cronistas señalan que, en Santiago, la primera viña sería la de Diego García de Cáceres plantada en 1554.Lo cierto es que el primer padre del vino chileno es Juan Jufré de Loaysa y Montesa, bravo soldado español que había entrado con Valdivia a Santiago, el cual le concedió a Jufré, en agradecimiento a sus valerosos servicios, las encomiendas de Macul y Ñuñoa en 1546.
A partir de 1600 y durante todo el siglo XVII  el cultivo de la vid y la  producción de vinos alcanzó en el país proporciones muy elevadas.
En este período la corona española juzgó dañino para el comercio del aguardiente y vino proveniente de la Península española la producción vitivinícola de sus colonias y se dictaron normas de prohibición  de nuevas plantaciones que no se llevaron a cabo por los criollos que debido a continuos alzamientos mapuches perdían plantaciones especialmente en el sur.
 La ciudad de Santiago – señala el historiador Miguel Laborde en su libro 100 años de industria en Chile- hacia 1700 tenía el 19% de sus solares del sector más céntrico dedicado a viñas. l número de plantas era variable. Había cuadras con mil quinientas y mil seiscientas vides. La  viña del colegio de San Pablo, de propiedad de los jesuitas, junto al río, en una cuadra tenía dos mil plantas. Se constató que la traza ciudad tenía setenta y seis hectáreas dedicadas a viñedos. También había viñas en las chacras de Renca, la Chimba, Ñuñoa y Chuchunco, que rodeaban el centro de la ciudad.
En el siglo XVIII, los vinos chilenos comienzan a salir de las fronteras y a competir con los vinos europeos en los mercados que ofrecían las vastas colonias. Esta competencia se realiza en forma bastante ventajosa para los productores locales, tal como se desprende de la Real Orden española del 17 de enero de 1774, la cual da cuenta de la merma que ha experimentado la exportación de vinos españoles en sus colonias americanas y prohíbe la venta y envío de vinos desde el Reino de Chile  a Nueva  España, nombre con el cual por entonces se conocía México.

Siglo XIX:
Francisco Encina historiador, señala para 1831, la existencia de 19.664.901 pies de viñas, distribuidos desde Coquimbo hasta Concepción. La zona de Atacama, que en los siglos XVII y XVIII fuera una de las grandes productoras de vino, en esta época pierde importancia. Cauquenes y Concepción, en cambio, ya ocupan los dos tercios de la superficie plantada a principio del siglo XX.
Los tipos corrientes de vinos que se fabricaban con las diversas uvas era: “chicha”, el “chacolí”, el “moscatel”,el vino ordinario licoroso, semejante al Málaga y al Alicante el “mosto”, imitación del vino francés y el “asoleado”, que se fabricaba en la zona de Concepción y Cauquenes, con las uvas que se exponían al sol por quince días y más.
En 1839 llega a Chile el ilustre sabio francés Claudio Gay, quien plantea al gobierno chileno de la época, a través de su ministro don Diego Portales, la creación de una Quinta Normal de Agricultura. En este lugar se inicia la experimentación agrícola y  comienzan  a introducirse plantas ornamentales provenientes de Europa y otras partes del mundo; entre estas ultimas, se introducen desde Francia e Italia las principales variedades de vides, tanto para vinificación como para consumo fresco. Menos de dos décadas después la quinta normal llega a contar con 40 mil plantas de setenta variedades de vides.
Cladio Gay informa en aquella época que algunos destacados agricultores como don Manuel Antonio Tocornal, un señor Saavedra y otros, utilizando las variedades de vides existentes en la quinta normal, están formando viñedos en sus propiedades. Algunos de ellos traen incluso técnicos desde Francia para encargar el manejo de los cultivos.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX que la vinificación chilena recibe el grueso del legado francés, que constituye su elemento más determinante.
A pesar de las alentadoras pero aisladas  experiencias emprendidas en la viticultura nacional, a partir de las variedades de vides cultivadas en la Quinta Normal, es sólo a partir de 1851 que la industria vitivinícola nacional experimenta su gran transformación. Don Silvestre Ochagavía Echazarreta trae personalmente desde Francia, con el fin de implantarlas en sus propiedades de Talagante, las más destacadas variedades viníferas francesas, como el cabernet sauvignon, cot (malbec), merlot, pinot noir, saugvinon blanc, chardonnay, semillon y riesling.
Aquella primera importación de cepajes constituye hasta nuestros días la base de la producción vitivinícola nacional. Estas variedades se adaptaron en forma particularmente exitosa a las condiciones ecológicas de Chile y, más aún dieron origen a los únicos clones prefiloxéricos existentes en el mundo, ya que en la práctica, Chile es el único país de importancia vitivinícola cuyo territorio se encuentra libre de esta plaga.
Siguiendo el ejemplo de don Silvestre Ochagavía, de su suegro José Tomas Urmeneta, de Maximiliano Errázuriz Valdivieso y su hijo Rafael Errázuriz Urmeneta, muchos otros agricultores continúan por dicha senda. Entre ellos se cuentan Francisco Subercaseaux, Pedro de la Lastra, Jorge Délano, Macario Ossa, Gullermo Brown, Ramón Subercaseaux, Luis Causiño, Ricardo Waddington, Dolores Torres, Luis pereira, Nicolás Naranjo, Alejandro Reyes, Rafael Mandiola, Bonifacio y Gregorio Correa Albano, Leonidas Vial, José Tocornal, Domingo Concha y Toro, Ismael Tocornal, Domingo Errázuriz, Cristian Lanz, Alejandro reyes, Francisco Undurraga y muchos otros que sería largo enumerar. Cada uno de ellos, pioneros de la actual vitivinicultura chilena, que no sólo aportaron con la plantación de viñedos sino también se preocuparon de traer a destacados enólogos franceses, mejorando así las técnicas de vinificación. Ser dueño de una viña pasó a ser, más que un negocio, una especie de distinción social, puesto que permitía figurar en los torneos de las exposiciones mundiales de vinos.

Fundación de las primeras viñas:

 Esteban Lanz dio origen en Buin a la viña Carmen en 1850. Hacia el sur, en el valle de Cachapoal, ya existían los viñedos de don Gregorio Ossa ( desde 1824) y su viña La Rosa, cuando a mediados de siglo se les incorporaron cepajes franceses.
Seis años después, don Matias Causiño adquirió la hacienda Macul, situada a los pies de la cordillera de los Andes y regada por las aguas del río Maipo, la tierra había sido entregada a Juan Jufré como encomienda por Pedro de Valdivia y luego formaría parte de lo que hoy es la viña Causiño Macul. La familia Causiño, cuyo enlaces con la familia Gallo y posteriomente con los Goyenechea la convirtieron en una de las mayores fortunas del país, también estaban ligadas a empresas de transporte ( de ferrocarriles y de naviera) y de minería, con los yacimientos de carbón en Lota, plata en Chañarcillo y cobre en la disputada. Como era común en las altas esferas sociales de mediados de siglo, don Matias envió a Francia a su hijo Luis, quién volvió al país impregnado de conocimientos vitivinícolas y con una selección de las mejores cepas francesas y alemanas. Los viñedos País que existían fueron reemplazados por las cepas cabernet sauvignon, sauvignon blanc, semillon , pinot noir y riesling en 1858.
A la muerte de don Luis Cousiño, su esposa doña Isidora Goyenechea se hizo cargo de la viña. Fue ella la que inició la construcción de las bodegas estilo francés hechas en cal y ladrillo que existen hasta hoy.
Las plantaciones de cepas francesas se fueron acelerando entre 1857 y 1881. Alejandro Reyes inició en 1865 las faenas de la viña Linderos y la zona de Lontué también emergió como gran centro de producción en ese mismo año –por el trabajo de Bonifacio y José Gregorio Correa Albano-, con lo que quedó implantada la industria vitivinícola en la zona centro sur de Chile. Correa Albano trajo al país, para la formación de su viña San Pedro, las cepas cabernet, sauvignon blanc, merlot,y riesling, junto con los expertos francases como don Luis Duperrat- tomando en cuenta que el clima y la composición de los terrenos de Lontué eran notablemente parecidos a los de Burdeos ,Francia.
Maximiano Errázurriz hizo lo mismo en el valle de Panquehue con la viña Errázurriz, en 1870. Él había adquirido la hacienda de Panquehue, entonces pedregales y terrenos baldíos, con el propósito de utilizar la turba como combustible en la fundición de Guayacán. Como los ensayos no dieron resultados, regó los faldeos desérticos de la hacienda y plantó en ellos 300 hectáreas de viña, tal como lo había visto en la hacienda de José Tomás Urmeneta en Limache. Don Maximiano también hizo construir galpones para la elaboración de los caldos y bodegas subterráneas, con vasijas que podían contener seis millones de litros. Pensando mantenerse en la hacienda rigió una mansión de estilo pompeyano con su correspondiente parque y su hijo Rafael Errázurriz Urmeneta, aumentó la viña a 700 hectáreas. Así Errázurriz­, (Panquehue) fue el viñedo más extenso del mundo perteneciente a un solo propietario.
En 1874 nació la viña Tarapacá Ex Zavala. Fue conocida primero como viña de Rojas, en razón de su fundador don Francisco de Rojas y Salamanca. Con plantaciones de cabernet sauvignon,, merlot, petit verdot, chardonnay, sauvignon blanc y semillón la viña pasó más tarde, a manos de la familia Zavala. La separación del matrimonio llevó a una división de los bienes, quedando ésta en manos de la mujer. Ella, usando un resquicio legal, continuó usando el nombre de la viña- que ya gozaba de prestigio- y le agregó Tarapacá, en honor de Arturo Alessandri Palma, abogado del litigio.
Luis Pereira Cotapos, destacado hombre público fundó en  1875 la viña Santa Carolina   ( llamada así en honor a su mujer, doña Carolina Iñiguez). Dirigida desde el principio por técnicos franceses- entre ellos figuraban Eyquen, Bachelet y Brard-, las tierras fueron plantadas con cepas francesas. Posteriormente se construyeron las bodegas, fabricadas en cal y ladrillo, con un departamento subterráneo destinado especialmente a los vinos finos ( que años más tarde sería declarado monumento nacional).
En 1879, cuando se iniciaba en Chile la guerra del Pacífico, don Alberto Valdivieso fundó la viña Santa Elena ( posteriormente llamada viña Valdivieso). Habiendo residido largas temporadas en París don Alberto tuvo la obsesión de crear en el país un “sparkling wine” a la manera del champagne francés. Fue tal el éxito que tuvo, que su espumoso se convirtió en la bebida de rigor de la clase alta chilena.
Domingo Fernández Concha fue el creador de la viña Santa Rita en 1880. Las tierras de Alto Jahuel, donde se comenzaron los cultivos de cepas francesas ya estaban orientadas hacia la viticultura desde el siglo XVIII. Doña Paula Jaraquemada, dueña de la hacienda cuando Bernardo O”Higgins utilizó sus bodegas como cuartel patriota, dio pie a la leyenda de 120 soldados que, huyendo del sitio de Rancagua, se refugiaron de los españoles en sus bodegas y que daría nombre a la línea de vinos de Santa Rita. Pero la realidad fue menos noble : O”Higgins utilizó las bodegas para escapar de los soldados de José Miguel Carrera años más tarde.
Con el uso de tecnologías nuevas y bajo la asesoría de enólogos franceses, don Domingo y posteriormente su yerno don Vicente García Huidobro, Marqués de Casa Real, transformaron la hacienda de Buin en un modelo a seguir por los cepajes y maquinarias que utilizaban. Ya en 1895 los vinos  de Santa Rita se exportaban a Europa y Estados Unidos, además de grandes volúmenes de vino en el país. Santa Rita posee una casona señorial construida por Domingo Fernández, con una iglesia anexa, que ha sido testigo de las grandes recepciones y visitas ilustres de la época, y 35 hectáreas de parque y un pequeño lago, diseñado por el francés Guillermo Renner.
Luego, el turno les corresponde al Conde y Marques don Melchor Concha y Toro y don Ramón Subercaseaux, fundadores de la viña Concha y Toro en 1883. Con la ayuda del enólogo francés De Labouchere, eligieron las tierras que tenía en Pirque don Ramón, para depositar allí sus vides. Luego en Cachapoal se llevaron algunas cepas de Pirque y más tarde, una vez organizada la viña, se agregaron terrenos de las zonas de Puente Alto y Buin.
Similar a la leyenda del vino 120 de Santa Rita, se dice que en una de las bodegas subterráneas se guardaron durante  más de 100 años los mejores vinos, que naturalmente estaban reservados para el paladar de los dueños. Pero parece que el diablo tampoco lo hacía mal en materia de gustos ni de olfato y guiado por su instinto llegó hasta las bodegas, donde se sintió tan agradado que decidió quedarse entre las rejas que resguardan el envejecimiento de las botellas. Pero parece que el diablo se aburría de vez en cuando o bien se tomaba unos tragos en exceso, porque con una linterna hacia señales de luces a los vecinos del lugar, razón por lo cual nació el nombre del conocido vino, Casillero del Diablo.
Una fortuna que había estado ligada por generaciones a la agricultura – y no la minería o el comercio como ocurría con otras familias viñateras- fue la que permitió a Francisco Undurraga Vicuña fundar la viña Undurraga en 1885. Amante de la pintura, la poesía y los asuntos públicos, don Francisco hacía continuos viajes a Europa, en uno de los cuales trajo  los cepajes riesling, cabernet, sauvignon blanc, merlot y pinot noir de Francia y Alemania. En las tierras de Talagante además construyó bodegas ( 1890) y un parque, diseñado por el arquitecto francés George Dubois.
Fue en 1887, cuando don Ismael Tocornal, propietario de tierras en el Llano del Maipo y habiendo llegado de un viaje a Europa, observó la semejanza de esos terrenos con otros que él había contemplado en el mediodía de Francia, donde nacían los vinos de Medoc. Por esto decidió realizar un ensayo de cultivo vivícola y plantó las diez primeras cuadras de viñas, con cepas seleccionadas francesas y del Rhin. Junto a ellas, Tocornal hizo construir las primeras bodegas y contrató a un técnico francés. En un principio se llamaron vinos San José, nombre tomado de su hacienda, San José de las Claras. El éxito de tales vinos en el mercado nacional la llevó a ser coronada en el extranjero, cuando se llamaba viña Tocornal (1887).
La llegada de las cepas francesas y, en consecuencia, de tecnología y expertos en viticultura, elevó no sólo la calidad de los caldos que se producían en el país, sino que también técnicas de plantación y todo lo relacionado con la elaboración de los vinos y su almacenamiento. Se importaron vasijas y maquinaria agrícola, entre las cuales se incluían segadoras, recolectoras, destroncadoras y vendimiadoras. Además aumentó considerablemente la adquisición de botellas y corchos.
La vitivinicultura se transforma en ese período en la más próspera actividad agrícola. Desde el año de 1877, los vinos comienzan a ser exportados a Europa y participan en exposiciones internacionales es así, que en 1885 en Liverpool obtuvieron medalla de oro los vinos de Mariano Baccareza, E. Ducaud, Adolfo Eastmann, Maximiano Errázuriz, Silvestre Ochagavía, T. Rojas Salamanca, Ramón Subercaseaux, José Tomásd Urmeneta y Roger Y Serrano. Pero el mayor éxito lo tuvieron en 1889, en la Exposición Universal de París, donde recibieron un gran premio por el conjunto de exhibición, además de las medallas de oro a  Ricardo Waddington, Dolores Torres, Ramón Subercaseaux, Luis Pereira, Nicolás Naranjo, Fanny Ovalle v. De Reyes y Rafael Mandiola.
Pero tanta figuración no aseguraba un negocio exitoso en materia de exportaciones. A finales del siglo la producción de vinos excedía al consumo interno- lo que tampoco evitaba la importación de vinos extranjeros a Chile- lo que obligaba a los viñateros a buscar constantemente nuevos mercados. También coincidió con las exportaciones chilenas una alta competencia a nivel mundial y la falta de mantener un criterio de calidad uniforme en los vinos nacionales.

Siglo XX
El cambio de siglo en Chile se encontró con una industria vitivinícola en pleno crecimiento. Se había consolidado el cultivo de las variedades más selectas de vides y los técnicos franceses supervisaban la mayoría de las empresas del rubro. En 1900 existían 40.000 hectáreas plantadas de viñas y la producción alcanzaba más o menos 120,2 millones de litros.
Sin embargo, en esta misma época comienzan a avisorarse signos negativos por parte de los sucesivos gobiernos respecto de la industria del vino. Esto se manifiesta en la Ley Orgánica de Alcoholes ( 1515) redactada en 1902, en la cual se establecen altos impuestos específicos al vino y destilados.
En 1938 se promulga la segunda Ley de Alcoholes, la cual en lo fundamental, prohíbe las nuevas plantaciones y transplantes de viñas, fijando además un tope máximo de producción equivalente al consumo de sesenta litros per cápita al año. A través de estas disposiciones, los congresales, estrechamente relacionados con los viticultores, estiman que protegen mejor sus intereses económicos. Chile cuenta en ésa época con una superficie de 102.000 hectáreas de viñas y una población de 5 millones de habitantes. Por lo tanto se determina una producción máxima de 300.000.000de litros de vino, al año.
Las principales razones que alientan medidas de esta naturaleza son de distinto origen. Por una parte, las presiones internacionales a que es sometido el gobierno de Chile por parte de los principales productores de vinos. Es necesario decir que los agricultores de la época, dueño de las grandes viñas de marca, posee al mismo tiempo el poder político y estiman que, a través de estas disposiciones, protegerán sus propios intereses.
Por otra parte, los gobiernos que se sucedieron a partir de 1939, consideraron la vinicultura como un negocio tan rentable que merecía ser altamente gravado. Es necesario decir también que el alcoholismo en las clases populares comienza a transformarse en un problema nacional creándose políticas sociales para combatirlo. En términos generales, se considera además, que debe privilegiarse en las zonas regadas la plantación de hortalizas comestibles y desincentivar la plantación de viñas.
Los gobiernos de estas épocas, en razón de sus propias visiones políticas, aumentan considerablemente los aranceles a las importaciones, cerrando virtualmente las fronteras del país. Todo este conjunto de situaciones, configuran un cuadro crítico para el desarrollo de la viticultura nacional, a mediados de siglo.
La nueva Legislación de 1952 no cambió la situación existente, aun cuando tuvo aspectos muy positivos al legislar sobre criterios y exigencias mínimas de calidad.
En 1965, la entrada en vigencia de la Ley de Reforma Agraria permitió la plantación de hasta 10 hectáreas, de viñas por predio. La Ley de Alcoholes y Bebidas Alcohólicas de 1969, siguió enfocando la vitivinicultura como un mal necesario, al mantener vigentes los criterios que frenaban el desarrollo. De esta manera, a fines de la década del 70, la superficie de viñedos es de 106.000 hectáreas, prácticamente igual a la de 1938, pero con una población que se ha duplicado. Como hechos positivos del período 1965-1973, se puede señalar la creación de importantes centrales de vinificación , tanto para piscos como para vinos.
La década del 80 es marcada por un período de crisis que se empieza a incubar desde 1974, año en que se decreta Ley 261 que deroga  la prohibición de la plantación de nuevos viñedos, tanto para la producción de vinos como para la uva de mesa. Esta libertad de plantación funcionó parcialmente en los primeros años, dada la rigidez del marco legal en que estaba inserta.
Paralelo a esta crisis, la década de los 80 estuvo marcada por la llegada de inversionistas extranjeros- producto de políticas económicas que las favorecieron- algunos de renombre mundial como Miguel Torres, quién estableció su viña en Curicó, Michel Paoleti, Robert y Louis Wan y Julien Siu, que crearon  la viña Domaine oriental, la viña Baron Phillipe de Rothschild de Francia, que se asoció con Concha y Toro, la viña australiana Mildara, que inició vínculos con Santa Carolina, entre otros. Todos ellos introdujeron tecnología de última generación orientada a la producción de vinos de calidad , y aportaron  conocimientos, innovación en la producción de vinos por cepajes y con canales de distribución para vinos chilenos en el extranjero.
En 1979 se modifica drásticamente el marco legal. En la práctica, se elimina todo tipo de trabas. De una legislación proteccionista se pasa a una extremadamente liberal. Paralelamente a estos cambios, se origina un mejoramiento en la productividad de los viñedos al cambiar significativamente los criterios de producción. En los años 1982 y 1983 se alcanzan las producciones históricas más altas, al mismo tiempo que se observa una caída muy importante en el consumo por habitante.
Como consecuencia de estos hechos se produce una violenta caída de los precios, obligando a los productores al arranque de sus viñedos o la injertación con uva de mesa, cuyo destino para exportación asegura en aquellos años una rentabilidad extraordinaria. De este modo, la superficie disminuye a 58.300 hectáreas en 1990. La producción hace lo propio, agravada por problemas climáticos.
En 1985 se promulga una nueva Ley de alcoholes, la cual introduce ciertas modificaciones, pero sin cambiar completamente el carácter liberal de la anterior. A esto se suma una disminución de la producción de dos temporadas, que lleva a la recuperación de los precios en 1986 y 1987. En 1988 y 1989, cuando la producción torna a recuperarse, la situación vuelve a revertirse.
En esta situación de crisis la que produce el reemplazo de las familias tradicionales propietarias de las grandes viñas por grupos económicos o sociedades anónimas (buscan nuevos socios), las cuales con mayor solvencia económica comienzan a invertir en tecnología moderna, adecuada para la producción de excelentes vinos.
Los años 90 los productores que vendían sus cosechas a las grandes viñas quisieron independizarse y tener sus propias marcas de vinos, de manera de lucrar con todos los beneficios de esta industria. Como resultado de esto empezaron a figurar las viñas boutique, que se diferenciaban especialmente de las tradicionales, porque más que volumen, lo que ellas buscaban era calidad. Entonces empezaron con pequeñas extensiones de tierra que cultivaron con  las variedades más finas de vinos.; el mercado al que apuntaban era predominantemente extranjero y con el tiempo se tuvo acceso al mercado interno.
Entre la gran cantidad de viñas que se formaron ( a fines de los noventa superaban las 100 entidades), se puede señalar, por un lado a los productores que entregaban tradicionalmente sus cosechas a las grandes viñas y luego una importante inversión en bodegaje y tecnología los llevó a sacar sus propias marcas por otra parte se puede mencionar a las viñas que contaron con la asesoría – o directamente asociadas- de empresas extranjeras y con mucha experiencia en el rubro.
Durante los años 90, las exportaciones de vino y champagne aumentaron en forma impresionante de 43 millones de litros en 1990 a casi 129 millones en 1995, cifra que equivalía a un tercio de la producción total ( en esta década Chile conquista el mercado Europeo, siendo Inglaterra su principal mercado).Esto era muy importante, considerando que el consumo por habitante en Chile ya no subía de los 15 litros.
Estudios científicos anunciando los beneficios del consumo moderado del vino favorecen también las exportaciones.
En 1994, el francés Jean Boursiquot estableció la identidad del famoso Carménère, identidad que fue confirmada en 1997 por el INIA y la U. De Davis
El gran crecimiento de la industria vitivinícola en los últimos años hizo indispensable establecer la denominación de origen de los vinos, de acuerdo a las zonas de producción. PARA ELLO SE CREÓ EN 1994 EL DECRETO Nº 464 DE AGRICULTURA, que lleno el vacío existente.
Chile, cuenta hoy con más de 106 mil hectáreas y es el noveno productor  mundial de uvas, el quinto exportador mundial de vinos y el décimo productor mundial de vinos, según OIV.
Chile, es el país que actualmente exporta una mayor proporción de su producción. ( el 52% de la producción de vinos se exporta y de éstos el 65% corresponde a productos con nombre y apellido, etiquetas ,  imagen presencia que compiten directamente en las estanterías de supermercados, tiendas especializadas y restaurantes del mundo).Aunque también enfrenta una dura competencia internacional, que se complica con la serie de crisis mundiales que atraviesan los países.
Estudios recientes, detectaron la falta de imagen país de Chile en el exterior, debido a este motivo se formó Wines of Chile para fomentar y crear una imagen nacional. En tanto, el Ministerio de Economía a través del estudio Prospectiva Tecnológica 2010 determinaron al vino como la actividad económica  que liderará la economía chilena en el siglo XXI.
Con el desarrollo de la industria vitivinícola en estos años, que en sí misma representa una importante fuente de trabajo, además se ha ido desarrollando empresas colaterales como etiquetadoras, fábricas de botellas y copas, fábricas de embalajes, distribuidoras de corchos, cubas de acero inoxidable y  barricas, empresas de logística, empresas de biotecnología aplicada, laboratorios de certificación, etc. También ha habido un gran desarrollo de investigación universitaria, cursos de capacitación enológica, galas de vino, tiendas especializadas, guías de vinos, revistas especializadas, clubes de vino, congresos médicos, rutas turísticas de vinos, fiestas de la vendimia etc, que han contribuido a una mayor cultura del vino.
Alguien dijo una vez “Se mide la cultura de un país, por el conocimiento de vino que tenga su pueblo”.





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