Historia
del Vino
Antes del descubrimiento de
América por Cristóbal Colón, el 12 de octubre la vitis vinífera no existía.
Sólo se encontraban ciertas especies americanas, cuyos frutos, si los tenían
eran generalmente poco aptos para el consumo humano.
Los destilados alcohólicos,
propios de toda civilización que ha alcanzado cierto grado de desarrollo, los
obtenían los pueblos precolombinos de la fermentación del maíz, la papa o el
pimiento.
La vid Europea fue introducida en
América durante el segundo de Colón, probablemente por medio de semillas de
pasas o estacas provenientes de las Islas Canarias, junto con otras plantas
como el trigo y el olivo. En ese viaje,
Colón reconoció las Antillas Menores, las Islas de Sotavento, volvió a la
Hispañiola ( República Dominicana y Haití) y exploró las costas de Jamaica y
Puerto Rico.
Los primeros intentos de cultivar la vid en las Antillas
fracasaron por problemas climáticos y de adaptación. Se debe esperar hasta
1519, cuando Hernán Cortés conquista México. La Mayor altitud modifica las
condiciones climáticas lo cual permite los primeros éxitos en el cultivo de la
vid en América.
Los reyes de España
promovieron inicialmente el cultivo de la vid, indispensable para los fines
evangelizadores en el nuevo mundo. Sin embargo, cuando el cultivo comenzó a
interferir con el comercio entre la madre patria y sus colonias, el consejo de Indias en 1595, y bajo el
reinado de Felipe II, intentó prohibir la producción de vinos en América. El
rey Felipe III confirmó esta prohibición en 1620, la cual fue reiterada por
Felipe IV. Los colonos y clérigos hicieron caso omiso de estas prohibiciones,
impulsados probablemente por las dificultades para obtener el vino de consumo
diario y la imposibilidad de prescindir de él en la celebración eucarística.
Así la vid se planta en la cercanía de conventos, misiones y abadías, para
luego extenderse por doquier.
Desde México, o directamente de España, Portugal o las
islas Canarias, la vid llegó al Cuzco a mediados del siglo XVI, obteniéndose
resultados similares al de México. Desde el Cuzco llega la vid a Chile por
medio de Diego de Almagro o Pedro de Valdivia, posteriormente, en 1557 es
trasladada a Argentina.
A California EEUU, el cultivo de la vid llega en1769,por
medio del padre Junípero Serra quién estableció una misión franciscana en San
Diego.
Durante la Conquista:
No se disponen de antecedentes
históricos acerca de cómo, cuándo, y por quién fue traída la vid a Chile. Sin
embargo lo más probable es que halla sido, como señalamos antes, Diego de
Almagro o Pedro de Valdivia.
Durante la colonia:
La actividad vitivinícola
comienza en Chile en la época de la colonia y dicha etapa constituye el legado
que hiciera España a la historia del vino en Chile
La variedad negra de uva llamada país, aparentemente fue
traída a Chile por el jesuita Francisco de Carabantes en 1548. pero ya en esa
época se usaban otras especies como torontel, albillo, moscatel y mollar.
El primer viticultor en el actual
territorio de Chile fue Don Francisco de Aguirre, quién plantó viñedos en sus
encomiendas de San Francisco de la Selva ( Actual Copiapó) y la Serena.
Algunos cronistas señalan que, en
Santiago, la primera viña sería la de Diego García de Cáceres plantada en
1554.Lo cierto es que el primer padre del vino chileno es Juan Jufré de Loaysa
y Montesa, bravo soldado español que había entrado con Valdivia a Santiago, el
cual le concedió a Jufré, en agradecimiento a sus valerosos servicios, las
encomiendas de Macul y Ñuñoa en 1546.
A partir de 1600 y durante todo
el siglo XVII el cultivo de la vid y
la producción de vinos alcanzó en el
país proporciones muy elevadas.
En este período la corona
española juzgó dañino para el comercio del aguardiente y vino proveniente de la
Península española la producción vitivinícola de sus colonias y se dictaron
normas de prohibición de nuevas
plantaciones que no se llevaron a cabo por los criollos que debido a continuos
alzamientos mapuches perdían plantaciones especialmente en el sur.
La ciudad de Santiago – señala el historiador
Miguel Laborde en su libro 100 años de industria en Chile- hacia 1700 tenía el
19% de sus solares del sector más céntrico dedicado a viñas. l número de
plantas era variable. Había cuadras con mil quinientas y mil seiscientas vides.
La viña del colegio de San Pablo, de
propiedad de los jesuitas, junto al río, en una cuadra tenía dos mil plantas.
Se constató que la traza ciudad tenía setenta y seis hectáreas dedicadas a
viñedos. También había viñas en las chacras de Renca, la Chimba, Ñuñoa y
Chuchunco, que rodeaban el centro de la ciudad.
En el siglo XVIII, los vinos
chilenos comienzan a salir de las fronteras y a competir con los vinos europeos
en los mercados que ofrecían las vastas colonias. Esta competencia se realiza
en forma bastante ventajosa para los productores locales, tal como se desprende
de la Real Orden española del 17 de enero de 1774, la cual da cuenta de la
merma que ha experimentado la exportación de vinos españoles en sus colonias
americanas y prohíbe la venta y envío de vinos desde el Reino de Chile a Nueva
España, nombre con el cual por entonces se conocía México.
Siglo XIX:
Francisco Encina historiador,
señala para 1831, la existencia de 19.664.901 pies de viñas, distribuidos desde
Coquimbo hasta Concepción. La zona de Atacama, que en los siglos XVII y XVIII
fuera una de las grandes productoras de vino, en esta época pierde importancia.
Cauquenes y Concepción, en cambio, ya ocupan los dos tercios de la superficie
plantada a principio del siglo XX.
Los tipos corrientes de vinos que
se fabricaban con las diversas uvas era: “chicha”, el “chacolí”, el
“moscatel”,el vino ordinario licoroso, semejante al Málaga y al Alicante el
“mosto”, imitación del vino francés y el “asoleado”, que se fabricaba en la
zona de Concepción y Cauquenes, con las uvas que se exponían al sol por quince
días y más.
En 1839 llega a Chile el ilustre
sabio francés Claudio Gay, quien plantea al gobierno chileno de la época, a
través de su ministro don Diego Portales, la creación de una Quinta Normal de
Agricultura. En este lugar se inicia la experimentación agrícola y comienzan
a introducirse plantas ornamentales provenientes de Europa y otras
partes del mundo; entre estas ultimas, se introducen desde Francia e Italia las
principales variedades de vides, tanto para vinificación como para consumo
fresco. Menos de dos décadas después la quinta normal llega a contar con 40 mil
plantas de setenta variedades de vides.
Cladio Gay informa en aquella
época que algunos destacados agricultores como don Manuel Antonio Tocornal, un
señor Saavedra y otros, utilizando las variedades de vides existentes en la
quinta normal, están formando viñedos en sus propiedades. Algunos de ellos
traen incluso técnicos desde Francia para encargar el manejo de los cultivos.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX que la
vinificación chilena recibe el grueso del legado francés, que constituye su
elemento más determinante.
A pesar de las alentadoras pero
aisladas experiencias emprendidas en la
viticultura nacional, a partir de las variedades de vides cultivadas en la
Quinta Normal, es sólo a partir de 1851 que la industria vitivinícola nacional
experimenta su gran transformación. Don Silvestre Ochagavía Echazarreta trae
personalmente desde Francia, con el fin de implantarlas en sus propiedades de
Talagante, las más destacadas variedades viníferas francesas, como el cabernet
sauvignon, cot (malbec), merlot, pinot noir, saugvinon blanc, chardonnay,
semillon y riesling.
Aquella primera importación de
cepajes constituye hasta nuestros días la base de la producción vitivinícola
nacional. Estas variedades se adaptaron en forma particularmente exitosa a las
condiciones ecológicas de Chile y, más aún dieron origen a los únicos clones
prefiloxéricos existentes en el mundo, ya que en la práctica, Chile es el único
país de importancia vitivinícola cuyo territorio se encuentra libre de esta
plaga.
Siguiendo el ejemplo de don Silvestre Ochagavía, de su
suegro José Tomas Urmeneta, de Maximiliano Errázuriz Valdivieso y su hijo
Rafael Errázuriz Urmeneta, muchos otros agricultores continúan por dicha senda.
Entre ellos se cuentan Francisco Subercaseaux, Pedro de la Lastra, Jorge
Délano, Macario Ossa, Gullermo Brown, Ramón Subercaseaux, Luis Causiño, Ricardo
Waddington, Dolores Torres, Luis pereira, Nicolás Naranjo, Alejandro Reyes,
Rafael Mandiola, Bonifacio y Gregorio Correa Albano, Leonidas Vial, José
Tocornal, Domingo Concha y Toro, Ismael Tocornal, Domingo Errázuriz, Cristian
Lanz, Alejandro reyes, Francisco Undurraga y muchos otros que sería largo
enumerar. Cada uno de ellos, pioneros de la actual vitivinicultura chilena, que
no sólo aportaron con la plantación de viñedos sino también se preocuparon de
traer a destacados enólogos franceses, mejorando así las técnicas de
vinificación. Ser dueño de una viña pasó a ser, más que un negocio, una especie
de distinción social, puesto que permitía figurar en los torneos de las
exposiciones mundiales de vinos.
Fundación de las primeras
viñas:
Esteban Lanz dio origen en Buin a la viña Carmen
en 1850. Hacia el sur, en el valle de Cachapoal, ya existían los viñedos de
don Gregorio Ossa ( desde 1824) y su viña La Rosa, cuando a
mediados de siglo se les incorporaron cepajes franceses.
Seis años después, don Matias
Causiño adquirió la hacienda Macul, situada a los pies de la cordillera de los
Andes y regada por las aguas del río Maipo, la tierra había sido entregada a
Juan Jufré como encomienda por Pedro de Valdivia y luego formaría parte de lo
que hoy es la viña Causiño Macul. La familia Causiño, cuyo enlaces con
la familia Gallo y posteriomente con los Goyenechea la convirtieron en una de
las mayores fortunas del país, también estaban ligadas a empresas de transporte
( de ferrocarriles y de naviera) y de minería, con los yacimientos de carbón en
Lota, plata en Chañarcillo y cobre en la disputada. Como era común en las altas
esferas sociales de mediados de siglo, don Matias envió a Francia a su hijo
Luis, quién volvió al país impregnado de conocimientos vitivinícolas y con una
selección de las mejores cepas francesas y alemanas. Los viñedos País que
existían fueron reemplazados por las cepas cabernet sauvignon, sauvignon blanc,
semillon , pinot noir y riesling en 1858.
A la muerte de don Luis Cousiño,
su esposa doña Isidora Goyenechea se hizo cargo de la viña. Fue ella la que
inició la construcción de las bodegas estilo francés hechas en cal y ladrillo
que existen hasta hoy.
Las plantaciones de cepas francesas se fueron acelerando
entre 1857 y 1881. Alejandro Reyes inició en 1865 las faenas de la viña
Linderos y la zona de Lontué también emergió como gran centro de producción
en ese mismo año –por el trabajo de Bonifacio y José Gregorio Correa Albano-,
con lo que quedó implantada la industria vitivinícola en la zona centro sur de
Chile. Correa Albano trajo al país, para la formación de su viña San Pedro,
las cepas cabernet, sauvignon blanc, merlot,y riesling, junto con los expertos
francases como don Luis Duperrat- tomando en cuenta que el clima y la
composición de los terrenos de Lontué eran notablemente parecidos a los de
Burdeos ,Francia.
Maximiano Errázurriz hizo lo
mismo en el valle de Panquehue con la viña Errázurriz, en 1870.
Él había adquirido la hacienda de Panquehue, entonces pedregales y terrenos
baldíos, con el propósito de utilizar la turba como combustible en la fundición
de Guayacán. Como los ensayos no dieron resultados, regó los faldeos desérticos
de la hacienda y plantó en ellos 300 hectáreas de viña, tal como lo había visto
en la hacienda de José Tomás Urmeneta en Limache. Don Maximiano también hizo
construir galpones para la elaboración de los caldos y bodegas subterráneas,
con vasijas que podían contener seis millones de litros. Pensando mantenerse en
la hacienda rigió una mansión de estilo pompeyano con su correspondiente parque
y su hijo Rafael Errázurriz Urmeneta, aumentó la viña a 700 hectáreas. Así
Errázurriz, (Panquehue) fue el viñedo más extenso del mundo perteneciente a un
solo propietario.
En 1874 nació la viña Tarapacá Ex Zavala. Fue
conocida primero como viña de Rojas, en razón de su fundador don Francisco de
Rojas y Salamanca. Con plantaciones de cabernet sauvignon,, merlot, petit
verdot, chardonnay, sauvignon blanc y semillón la viña pasó más tarde, a manos
de la familia Zavala. La separación del matrimonio llevó a una división de los
bienes, quedando ésta en manos de la mujer. Ella, usando un resquicio legal,
continuó usando el nombre de la viña- que ya gozaba de prestigio- y le agregó
Tarapacá, en honor de Arturo Alessandri Palma, abogado del litigio.
Luis Pereira Cotapos, destacado hombre público fundó
en 1875 la viña Santa Carolina ( llamada así en honor a su mujer, doña
Carolina Iñiguez). Dirigida desde el principio por técnicos franceses- entre
ellos figuraban Eyquen, Bachelet y Brard-, las tierras fueron plantadas con
cepas francesas. Posteriormente se construyeron las bodegas, fabricadas en cal
y ladrillo, con un departamento subterráneo destinado especialmente a los vinos
finos ( que años más tarde sería declarado monumento nacional).
En 1879, cuando se
iniciaba en Chile la guerra del Pacífico, don Alberto Valdivieso fundó la viña
Santa Elena ( posteriormente llamada viña Valdivieso). Habiendo residido
largas temporadas en París don Alberto tuvo la obsesión de crear en el país un
“sparkling wine” a la manera del champagne francés. Fue tal el éxito que tuvo,
que su espumoso se convirtió en la bebida de rigor de la clase alta chilena.
Domingo Fernández Concha fue el
creador de la viña Santa Rita en 1880. Las tierras de Alto Jahuel, donde
se comenzaron los cultivos de cepas francesas ya estaban orientadas hacia la
viticultura desde el siglo XVIII. Doña Paula Jaraquemada, dueña de la hacienda
cuando Bernardo O”Higgins utilizó sus bodegas como cuartel patriota, dio pie a
la leyenda de 120 soldados que, huyendo del sitio de Rancagua, se refugiaron de
los españoles en sus bodegas y que daría nombre a la línea de vinos de Santa
Rita. Pero la realidad fue menos noble : O”Higgins utilizó las bodegas para
escapar de los soldados de José Miguel Carrera años más tarde.
Con el uso de tecnologías nuevas y bajo la asesoría de
enólogos franceses, don Domingo y posteriormente su yerno don Vicente García
Huidobro, Marqués de Casa Real, transformaron la hacienda de Buin en un modelo
a seguir por los cepajes y maquinarias que utilizaban. Ya en 1895 los vinos de Santa Rita se exportaban a Europa y
Estados Unidos, además de grandes volúmenes de vino en el país. Santa Rita
posee una casona señorial construida por Domingo Fernández, con una iglesia
anexa, que ha sido testigo de las grandes recepciones y visitas ilustres de la
época, y 35 hectáreas de parque y un pequeño lago, diseñado por el francés
Guillermo Renner.
Luego, el turno les corresponde
al Conde y Marques don Melchor Concha y Toro y don Ramón Subercaseaux,
fundadores de la viña Concha y Toro en 1883. Con la ayuda del enólogo
francés De Labouchere, eligieron las tierras que tenía en Pirque don Ramón,
para depositar allí sus vides. Luego en Cachapoal se llevaron algunas cepas de
Pirque y más tarde, una vez organizada la viña, se agregaron terrenos de las
zonas de Puente Alto y Buin.
Similar a la leyenda del vino 120 de Santa Rita, se dice
que en una de las bodegas subterráneas se guardaron durante más de 100 años los mejores vinos, que
naturalmente estaban reservados para el paladar de los dueños. Pero parece que
el diablo tampoco lo hacía mal en materia de gustos ni de olfato y guiado por
su instinto llegó hasta las bodegas, donde se sintió tan agradado que decidió
quedarse entre las rejas que resguardan el envejecimiento de las botellas. Pero
parece que el diablo se aburría de vez en cuando o bien se tomaba unos tragos
en exceso, porque con una linterna hacia señales de luces a los vecinos del
lugar, razón por lo cual nació el nombre del conocido vino, Casillero del
Diablo.
Una fortuna que había estado
ligada por generaciones a la agricultura – y no la minería o el comercio como
ocurría con otras familias viñateras- fue la que permitió a Francisco Undurraga
Vicuña fundar la viña Undurraga en 1885. Amante de la pintura, la poesía
y los asuntos públicos, don Francisco hacía continuos viajes a Europa, en uno
de los cuales trajo los cepajes
riesling, cabernet, sauvignon blanc, merlot y pinot noir de Francia y Alemania.
En las tierras de Talagante además construyó bodegas ( 1890) y un parque,
diseñado por el arquitecto francés George Dubois.
Fue en 1887, cuando don Ismael
Tocornal, propietario de tierras en el Llano del Maipo y habiendo llegado de un
viaje a Europa, observó la semejanza de esos terrenos con otros que él había
contemplado en el mediodía de Francia, donde nacían los vinos de Medoc. Por
esto decidió realizar un ensayo de cultivo vivícola y plantó las diez primeras
cuadras de viñas, con cepas seleccionadas francesas y del Rhin. Junto a ellas,
Tocornal hizo construir las primeras bodegas y contrató a un técnico francés. En
un principio se llamaron vinos San José, nombre tomado de su hacienda, San José
de las Claras. El éxito de tales vinos en el mercado nacional la llevó a ser
coronada en el extranjero, cuando se llamaba viña Tocornal (1887).
La llegada de las cepas
francesas y, en consecuencia, de tecnología y expertos en viticultura, elevó no
sólo la calidad de los caldos que se producían en el país, sino que también
técnicas de plantación y todo lo relacionado con la elaboración de los vinos y
su almacenamiento. Se importaron vasijas y maquinaria agrícola, entre las
cuales se incluían segadoras, recolectoras, destroncadoras y vendimiadoras.
Además aumentó considerablemente la adquisición de botellas y corchos.
La vitivinicultura se transforma en ese período en la más
próspera actividad agrícola. Desde el año de
1877, los vinos comienzan a ser exportados a Europa y participan en
exposiciones internacionales es así, que en 1885 en Liverpool obtuvieron
medalla de oro los vinos de Mariano Baccareza, E. Ducaud, Adolfo Eastmann,
Maximiano Errázuriz, Silvestre Ochagavía, T. Rojas Salamanca, Ramón
Subercaseaux, José Tomásd Urmeneta y Roger Y Serrano. Pero el mayor éxito lo
tuvieron en 1889, en la Exposición Universal de París, donde recibieron un gran
premio por el conjunto de exhibición, además de las medallas de oro a Ricardo Waddington, Dolores Torres, Ramón
Subercaseaux, Luis Pereira, Nicolás Naranjo, Fanny Ovalle v. De Reyes y Rafael
Mandiola.
Pero tanta figuración no
aseguraba un negocio exitoso en materia de exportaciones. A finales del siglo
la producción de vinos excedía al consumo interno- lo que tampoco evitaba la
importación de vinos extranjeros a Chile- lo que obligaba a los viñateros a
buscar constantemente nuevos mercados. También coincidió con las exportaciones
chilenas una alta competencia a nivel mundial y la falta de mantener un
criterio de calidad uniforme en los vinos nacionales.
Siglo XX
El cambio de siglo en Chile se encontró con una industria
vitivinícola en pleno crecimiento. Se había consolidado el cultivo de las
variedades más selectas de vides y los técnicos franceses supervisaban la
mayoría de las empresas del rubro. En 1900 existían 40.000 hectáreas plantadas
de viñas y la producción alcanzaba más o menos 120,2 millones de litros.
Sin embargo, en esta misma época
comienzan a avisorarse signos negativos por parte de los sucesivos gobiernos
respecto de la industria del vino. Esto se manifiesta en la Ley Orgánica
de Alcoholes ( 1515) redactada en 1902, en la cual se establecen altos
impuestos específicos al vino y destilados.
En 1938 se promulga la segunda
Ley de Alcoholes, la cual en lo fundamental, prohíbe las nuevas
plantaciones y transplantes de viñas, fijando además un tope máximo de
producción equivalente al consumo de sesenta litros per cápita al año. A través
de estas disposiciones, los congresales, estrechamente relacionados con los
viticultores, estiman que protegen mejor sus intereses económicos. Chile cuenta
en ésa época con una superficie de 102.000 hectáreas de viñas y una población
de 5 millones de habitantes. Por lo tanto se determina una producción máxima de
300.000.000de litros de vino, al año.
Las principales razones que
alientan medidas de esta naturaleza son de distinto origen. Por una parte, las
presiones internacionales a que es sometido el gobierno de Chile por parte de
los principales productores de vinos. Es necesario decir que los agricultores
de la época, dueño de las grandes viñas de marca, posee al mismo tiempo el
poder político y estiman que, a través de estas disposiciones, protegerán sus
propios intereses.
Por otra parte, los gobiernos que se sucedieron a partir
de 1939, consideraron la vinicultura como un negocio tan rentable que merecía
ser altamente gravado. Es necesario decir también que el alcoholismo en las
clases populares comienza a transformarse en un problema nacional creándose
políticas sociales para combatirlo. En términos generales, se considera además,
que debe privilegiarse en las zonas regadas la plantación de hortalizas
comestibles y desincentivar la plantación de viñas.
Los gobiernos de estas épocas, en
razón de sus propias visiones políticas, aumentan considerablemente los
aranceles a las importaciones, cerrando virtualmente las fronteras del país.
Todo este conjunto de situaciones, configuran un cuadro crítico para el
desarrollo de la viticultura nacional, a mediados de siglo.
La nueva Legislación de 1952
no cambió la situación existente, aun cuando tuvo aspectos muy positivos al
legislar sobre criterios y exigencias mínimas de calidad.
En 1965, la entrada en vigencia
de la Ley de Reforma Agraria permitió la plantación de hasta 10 hectáreas, de
viñas por predio. La Ley de Alcoholes y Bebidas Alcohólicas de 1969,
siguió enfocando la vitivinicultura como un mal necesario, al mantener vigentes
los criterios que frenaban el desarrollo. De esta manera, a fines de la década
del 70, la superficie de viñedos es de 106.000 hectáreas, prácticamente igual a
la de 1938, pero con una población que se ha duplicado. Como hechos positivos
del período 1965-1973, se puede señalar la creación de importantes centrales de
vinificación , tanto para piscos como para vinos.
La década del 80 es marcada
por un período de crisis que se empieza a incubar desde 1974, año en que se
decreta Ley 261 que deroga la
prohibición de la plantación de nuevos viñedos, tanto para la producción de
vinos como para la uva de mesa. Esta libertad de plantación funcionó
parcialmente en los primeros años, dada la rigidez del marco legal en que
estaba inserta.
Paralelo a esta crisis, la década
de los 80 estuvo marcada por la llegada de inversionistas extranjeros- producto
de políticas económicas que las favorecieron- algunos de renombre mundial como
Miguel Torres, quién estableció su viña en Curicó, Michel Paoleti, Robert y
Louis Wan y Julien Siu, que crearon la viña
Domaine oriental, la viña Baron Phillipe de Rothschild de Francia, que se
asoció con Concha y Toro, la viña australiana Mildara, que inició vínculos con
Santa Carolina, entre otros. Todos ellos introdujeron tecnología de última
generación orientada a la producción de vinos de calidad , y aportaron conocimientos, innovación en la producción de
vinos por cepajes y con canales de distribución para vinos chilenos en el
extranjero.
En 1979 se modifica
drásticamente el marco legal. En la práctica, se elimina todo tipo de trabas.
De una legislación proteccionista se pasa a una extremadamente liberal.
Paralelamente a estos cambios, se origina un mejoramiento en la productividad
de los viñedos al cambiar significativamente los criterios de producción. En
los años 1982 y 1983 se alcanzan las producciones históricas más altas, al
mismo tiempo que se observa una caída muy importante en el consumo por
habitante.
Como consecuencia de estos hechos
se produce una violenta caída de los precios, obligando a los productores al
arranque de sus viñedos o la injertación con uva de mesa, cuyo destino para
exportación asegura en aquellos años una rentabilidad extraordinaria. De este
modo, la superficie disminuye a 58.300 hectáreas en 1990. La producción hace lo
propio, agravada por problemas climáticos.
En 1985 se promulga una nueva
Ley de alcoholes, la cual introduce ciertas modificaciones, pero sin
cambiar completamente el carácter liberal de la anterior. A esto se suma una
disminución de la producción de dos temporadas, que lleva a la recuperación de
los precios en 1986 y 1987. En 1988 y 1989, cuando la producción torna a
recuperarse, la situación vuelve a revertirse.
En esta situación de crisis la
que produce el reemplazo de las familias tradicionales propietarias de las grandes
viñas por grupos económicos o sociedades anónimas (buscan nuevos socios), las
cuales con mayor solvencia económica comienzan a invertir en tecnología
moderna, adecuada para la producción de excelentes vinos.
Los años 90 los productores que
vendían sus cosechas a las grandes viñas quisieron independizarse y tener sus
propias marcas de vinos, de manera de lucrar con todos los beneficios de esta
industria. Como resultado de esto empezaron a figurar las viñas boutique, que
se diferenciaban especialmente de las tradicionales, porque más que volumen, lo
que ellas buscaban era calidad. Entonces empezaron con pequeñas extensiones de
tierra que cultivaron con las variedades
más finas de vinos.; el mercado al que apuntaban era predominantemente
extranjero y con el tiempo se tuvo acceso al mercado interno.
Entre la gran cantidad de viñas
que se formaron ( a fines de los noventa superaban las 100 entidades), se puede
señalar, por un lado a los productores que entregaban tradicionalmente sus
cosechas a las grandes viñas y luego una importante inversión en bodegaje y
tecnología los llevó a sacar sus propias marcas por otra parte se puede
mencionar a las viñas que contaron con la asesoría – o directamente asociadas-
de empresas extranjeras y con mucha experiencia en el rubro.
Durante los años 90, las
exportaciones de vino y champagne aumentaron en forma impresionante de 43
millones de litros en 1990 a casi 129 millones en 1995, cifra que equivalía a
un tercio de la producción total ( en esta década Chile conquista el mercado
Europeo, siendo Inglaterra su principal mercado).Esto era muy importante,
considerando que el consumo por habitante en Chile ya no subía de los 15
litros.
Estudios científicos anunciando
los beneficios del consumo moderado del vino favorecen también las
exportaciones.
En 1994, el francés Jean
Boursiquot estableció la identidad del famoso Carménère, identidad que fue
confirmada en 1997 por el INIA y la U. De Davis
El gran crecimiento de la
industria vitivinícola en los últimos años hizo indispensable establecer la
denominación de origen de los vinos, de acuerdo a las zonas de producción. PARA
ELLO SE CREÓ EN 1994 EL DECRETO Nº 464 DE AGRICULTURA, que lleno el vacío
existente.
Chile, cuenta hoy con más de 106
mil hectáreas y es el noveno productor
mundial de uvas, el quinto exportador mundial de vinos y el décimo
productor mundial de vinos, según OIV.
Chile, es el país que actualmente
exporta una mayor proporción de su producción. ( el 52% de la producción de
vinos se exporta y de éstos el 65% corresponde a productos con nombre y
apellido, etiquetas , imagen presencia
que compiten directamente en las estanterías de supermercados, tiendas
especializadas y restaurantes del mundo).Aunque también enfrenta una dura competencia
internacional, que se complica con la serie de crisis mundiales que atraviesan
los países.
Estudios recientes, detectaron la
falta de imagen país de Chile en el exterior, debido a este motivo se formó
Wines of Chile para fomentar y crear una imagen nacional. En tanto, el
Ministerio de Economía a través del estudio Prospectiva Tecnológica 2010
determinaron al vino como la actividad económica que liderará la economía chilena en el siglo
XXI.
Con el desarrollo de la industria
vitivinícola en estos años, que en sí misma representa una importante fuente de
trabajo, además se ha ido desarrollando empresas colaterales como
etiquetadoras, fábricas de botellas y copas, fábricas de embalajes,
distribuidoras de corchos, cubas de acero inoxidable y barricas, empresas de logística, empresas de
biotecnología aplicada, laboratorios de certificación, etc. También ha habido
un gran desarrollo de investigación universitaria, cursos de capacitación
enológica, galas de vino, tiendas especializadas, guías de vinos, revistas
especializadas, clubes de vino, congresos médicos, rutas turísticas de vinos,
fiestas de la vendimia etc, que han contribuido a una mayor cultura del vino.
Alguien dijo una vez “Se mide la
cultura de un país, por el conocimiento de vino que tenga su pueblo”.
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